Partitura en sucio de una vida breve

___Amy, la chica detrás del nombre___

 

No es lo mismo ser artista que ser famoso. A veces se confunde, pero no es lo mismo. Aunque algunos solo quieren ser famosos con su arte, otros, en cambio, no soportan la presión de la fama y acaban renunciando a su pasión con el fin de poder alejarse del torbellino que gira alrededor de una celebrity. Después del biopic de Brian Wilson de la semana pasada, esta, volvemos a la carga con otro drama musical, otro genio despedazado por los afilados caninos del show business.

A diferencia de Love & Mercy o I feel Good (el biopic de James Brown que vimos hace unos meses), Amy, la chica detrás del nombre es un documental sobre la vida y muerte de Amy Winehouse. No se trata, por tanto, de una reconstrucción de su paso por este mundo, sino de un relato transparente, conmovedor y muy, muy triste, elaborado a base de imágenes reales de la vida de la artista. Amigos, familiares y colegas de profesión han contribuido cediendo pedazos de su historia con ella para componer un collage verídico y sin filtros. Todo lo que aparece en esta cinta de más de dos horas es real: grabaciones caseras de su adolescencia, pedazos de su juventud robados a su intimidad con un teléfono móvil, comprometedoras fotografías, making ofs de grabaciones y conciertos, intervenciones en programas de televisión, menciones en telediarios, portadas de periódicos… En fin, toda una vida hecha a base de fragmentos audiovisuales.

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El film funciona como una representación audiovisual de la personalidad de Amy. Como ella, se ve imperfecto, natural y auténtico. Es una narración en sucio; llena de tachones, correcciones, palabras malsonantes, garabatos en los márgenes, idas y venidas, improvisación. Puro jazz. Puro Winehouse. Eso sí, la voz que brota de las profundidades de la cinta lo hace con fuerza, con decisión, con originalidad, sin dejar a nadie indiferente, tal y como ella cantó. Los testimonios de los amigos y familiares que conducen el relato aparecen solo en audio. En ningún momento se presentan ante la cámara; quizá para no menguar el brillo protagonista, el del genio; quizá para rendirle un homenaje al instrumento más potente que hay: la voz. Los matices de la vida de Amy Winehouse están expresados a través del timbre, tono y volumen de los que se han prestado a participar en este proyecto tan delicado. El productor que la descubrió, o el que trabajó con ella en uno de sus días buenos, te llena de emoción con su voz rebosante de ilusión y admiración; las palabras entrecortadas de su mejor amiga, rotas por el llanto, te guían en los que fueron los últimos días de su vida. El resultado final es tan íntimo y personal, y durísimo por momentos, que da miedo acercarse tanto, pues resulta una experiencia casi pornográfica. La británica queda tan expuesta, tan vulnerable, que da miedo tocar su historia por si se rompe. Es un documental intenso y muy triste (todos salimos de la sala con la mirada perdida en el suelo), tanto que, en algunos pasajes, peca de sensacionalista. La prensa amarilla británica se deja ver en el tratamiento del relato aunque, por otro lado, aporta luz y completa la visión externa de una vida compleja y de una personalidad muy, muy frágil. Una historia de dependencia emocional, de adicción y de soledad. No recomiendo a los lectores que la vean en un mal día.

*Crítica publicada en la cartelera Turia en julio de 2015.

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