La maruja común cotillea en la pelu; la postmoderna tiene un blog.
Justita
___Justi&Cia___
La situación actual que vivimos da, no para una, sino para unas cuantas películas. La tragicomedia en la que se ha convertido la escena político-económica española cada vez se acerca más al argumento de una buena cinta de ciencia ficción o una disparatada comedia de humor absurdo. Pero no, queridos, este lamentable país en el que vivimos es real como la vida misma. Justi&Cia es solo un relato entre muchos. Lo raro es que no se hayan estrenado otros tantos, porque el panorama da para una saga.
Dos trabajadores normales y corrientes deciden convertirse en los vengadores de un país, el nuestro, devastado por la corrupción y la mala gestión política, y darle su merecido a todos aquellos que campan impunes por nuestra maltrecha sociedad. Es una verdadera pena que a una premisa tan interesante y actual Ignacio Estaregui no haya sabido sacarle el jugo, porque el resultado, tristemente, no logra el aprobado. Así como hace poco veíamos un planteamiento similar, aunque mucho más general, en Relatos Salvajes, con un excelente desarrollo tomando como base la comedia negra, en Justi&Cia, el film se queda en tierra de nadie. No es lo suficientemente dramática como para alcanzar la sensibilidad del espectador; ni lo bastante cómica o disparatada como para que pienses: “pongámosle humor a nuestro día a día porque si no esto no hay quien lo aguante”. La película se hunde en la neutralidad. A pesar de inspirarse en casos de corrupción reales, salpicados con momentos de ingenio y chispa, el resultado no es ni por asomo interesante. Una sonrisa se escapa tímida en alguna ocasión pero de la risa ni nos acordamos. Las escenas dramáticas corren la misma suerte. No tienen profundidad ni pasado. Apenas nos da tiempo a conocer la historia de los personajes ni el director le dedica lo suficiente a que la relación entre ambos prospere, ni siquiera vemos cómo se gesta la idea de tomarse la justicia por su mano. A la polaridad drama-comedia le falta tensión y estrés. Todo queda en anécdota. El ritmo es desigual y los diálogos blandos e imberbes. Falta punch y sobra elipsis. Ni siquiera el final consigue conmover.
Es una pena, la verdad, porque este país necesita que alguien lo azote, aunque sea audiovisualmente. Pero no será esta la ocasión. La inocencia del film no servirá para abofetear con la violencia que merecen los desgraciados que nos están dejando día tras días con el culo al aire y la cara roja de vergüenza ajena.