Y esperemos que sea la última.

___REC 4.___

Cuando vas al festival de Sitges una semana entera, no ver la película que inaugura el festival, que además normalmente suele ser de factura catalana, es un fastidio. Este año, me perdí REC 4. En su momento, me repateó. Hoy, un mes después, me alegro sobre manera. ¡Qué decepción!

Cuando se hace cine de género, uno siempre espera fallos, y más cuando el subgénero es “de zombis”. Muchas veces falta guita y se termina notando: en los efectos, en las interpretaciones, en el vestuario, incluso en el guión. Pero cuando el desenlace de una saga suspende en casi todo, el drama es mayúsculo. En REC 4 no se salvan del descalabro ni los créditos. Empecemos por lo más importante: la historia. El guión arranca donde se detuvo en la primera entrega. Pero de la originalidad y el acierto de aquella no queda ni rastro. La historia hace aguas, los giros argumentales arrancan la carcajada, la elipsis se hace necesaria para salir del paso y el resultado es una chapuza en medio del mar y con unos tipos putrefactos gruñendo de un lado para otro. Lamentable.

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Los efectos visuales cumplen, aunque las escenas de escabechina zombi tampoco agitan a nadie. La señorita Vidal no se ensucia hasta casi el final. ¿Dónde están los sudores, la mugre y la sangre reseca propios de una valiente heroína en apuros? Bah… Tampoco hay tensión, suspense ni terror. La niña Medeiros fue un impacto de pantalla inolvidable. aquí solo hay un monete rabioso. Hola, ¿hay alguien aquí que nos perturbe? Pero, sin duda, lo más lamentable del film es el casting. Ni Manuela Velasco despunta en este coro desafinado. El elenco está sobreactuado, mal dirigido y los personajes no tienen definición ni profundidad alguna. Los diálogos son flojísimos, irreales y con un tufillo americanoide que clama al cielo. Sobran gritos, testosterona, inexplicable furia, jadeos y heroísmo injustificado. El diseño de sonido no ayuda. La banda sonora y el caos de efectos sobrepasan el drama de la historia. La combinación da más risa que miedo. Por otro lado, la cámara en mano, inteligente, sorprendente y necesaria en la primera entrega, se convierte en una total molestia en este caso. Su presencia no está justificada en una pieza mucho más académica y técnica que la primera y no hace sino contribuir al caos general que solo consigue el aburrimiento general.

Es una pena. Tenía grandes esperanzas puestas en el Jaume Balagueró que me conquistó con Mientras duermes y que esta vez me ha llevado al tedio más absoluto. Uno termina por entender por qué los zombis quieren acabar con toda esta panda. Yo también lo haría.

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