Ball change
___Ciudad delirio.___
A los que nos gusta el cine y la danza se nos puede conquistar con una película musical de dos formas: con un buen guión o con una excelente dirección artística. Si se dan las dos cosas, se produce el milagro del buen cine musical. Si no se da ninguna de las dos, el desastre está garantizado.
Ciudad delirio cuenta una historia que ya hemos visto. Bailarina escarmentada de su pareja de baile, que también era su pareja sentimental, conoce chico sensible que quiere conquistarla. Y claro, ella no se deja. Suerte que el baile despliega su magia para forzar el final feliz. Los lectores se acordarán de la sensacional Vanessa Williams y de un jovenzuelo Chayanne enamorándose paso a paso y a ritmo de rumba, samba y chachachá en Baila conmigo. El desarrollo argumental era similar al que nos ocupa, pero sin ninguna duda las escenas de baile del film del 1998 eran mucho más espectaculares. Ciudad delirio no convence en lo narrativo, pero tampoco hace vibrar en lo artístico. No ocurre como en Burlesque, por ejemplo, donde el guión es una clara copia de otro descalabro fílmico (Bar Coyote), pero la dirección artística es sensacional. Un vestuario, coreografía y banda sonora de diez compensan una idea de cero. En Ciudad delirio la parte de danza no pasa de ensayo general. Las escenas de salsa son escasas, sobre todo en la primera mitad, los bailarines no se ven ágiles y la selección musical no alcanza más que el nivel de corrección. No ayuda tampoco el reparto. Las interpretaciones son forzadas, los diálogos se atascan y los personajes se evaporan plano a plano. El único que provoca la magia es Vaso de leche, el padre de la protagonista, un vejete melómano y entrañable que llena la pantalla y conquista corazones más allá de ella.
La película es como un bailarín principiante: torpe y arrítmica, que a la mínima te pisa un pie con sus giros argumentales imposibles. La melodía de fondo es demasiado facilona como para sorprender. El estribillo de la trama no es pegadizo y a los intérpretes principales les falta voz y se los come el coro de secundarios.
Chus Gutiérrez ha resbalado en el escenario. Nada que ver con la divertida y bailonga El calentito, un film que te agitaba en la butaca a ritmo del pegadizo hit de Las Siux, Bailamos fatal, y en el que brillaba la siempre genial Macarena Gómez. En Ciudad delirio me falta salsa y me sobra azúcar. Algún que otro ball change narrativo no hubiera venido mal.
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