Adictos a la bobería.
___Amor sin control.___
Adictos hay de muchos tipos. Están los clásicos: los adictos a las drogas. Los que están de moda: los adictos a las redes sociales y las nuevas tecnologías. Y luego están los que nadie toma en serio: los adictos al sexo. ¿Cómo iba a ser un problema follar en exceso? Pero detrás de un sexoadicto hay una vida de sufrimiento, propio y ajeno; de miseria, de tristeza y de soledad (aunque pudiera parecer lo contrario). El drama de las adicciones ha sido retratado en el cine en innumerables ocasiones. Lástima que Amor sin control se haya quedado tan lejos de lo que podría haber sido una radiografía de la enfermedad.
Coger un asunto tan peliagudo como este y pasarlo por el filtro de la ligereza propia de la comedia, no es tarea fácil. Si no se hace bien, el resultado puede ser lamentable. Y mira que el tema daba para hacer una película con cara y ojos: las relaciones personales de un grupo de adictos al sexo (entre otras cosas). Cómo viven, cómo se enamoran, cómo evolucionan… Pero no, no es el caso. La película sobrevuela el mundo del programa de los 12 pasos pero no consigue tomar tierra en ningún momento. Podría haber sido un relato sórdido y conmovedor y, aun así, desagradablemente bello. En cambio, la cuidada estética y el remilgo narrativo lo convierten en una historia horrorosamente perfecta, vacua y tonta. Es una comedia romántica, me dirán algunos. Vale, pues, ¿dónde está la comedia? Para abordar un drama desde la óptica del humor y convertirlo en parodia hay que saber muy bien cómo tocar. Y no es el caso. La película está llena de chistes malos e hiperpredecibles. Ni una risita tonta. Los personajes están construidos a la perfección, y no me refiero a la profundidad de estos (ojalá), sino a que se ve la mano del hacedor a cada paso que dan. Los hilos de las marionetas son demasiado toscos como para pasarlos por alto. Todos son adictos, sí, pero todos tienen una vida ejemplar. No hay miseria, ni suciedad, ni un ápice de indignidad. Comparado con el retrato de la misma enfermedad que hizo Von Trier en Nymphomaniac, esto es una peli de Disney. Y no la salva ni el montonazo de estrellas desaprovechadas que la pueblan.
Viendo la película y las reacciones del público, me doy cuenta de que hay otro tipo de adictos que abundan entre nosotros. Son los adictos al cine pobretón y de dudosa calidad. Pero, oye, no hay olla tan fea que no tenga su cobertera.
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