La ciudad que te oculta.

Las grandes ciudades son el escondite de los que sufren la enfermedad de la insatisfacción crónica. De los que huyen de sí mismos, temerosos, esperando encontrar su miserable sombra rebotada en cualquier pared, al doblar cualquier esquina.

El que busca refugio en la gran urbe es que sabe que el llanto de su alma partida se perderá con el ensordecedor ruido del lamento colectivo, el de una sociedad herida y coja que, eternamente, se arrastra sangrando sin alcanzar la muerte jamás.

El que se camufla en las calles de una ciudad como esta es que conoce el secreto. El hedor de su propia podredumbre no se distinguirá, pues cada muñeco roto evapora humo negro del corazón mientras vaga por las avenidas y bulevares.

Quien quiere estar siempre rodeado de piezas de puzzle perdidas es que sabe que en su rompecabezas siempre faltarán pedazos. Y sabe dónde van.

La gran ciudad oculta miseria y esconde cobardía. Da valor a los desgraciados, enfrentándolos a diario con otros como ellos. Los inmuniza, forzándolos a caminar con el espejo en la cara.

En la gran ciudad el dolor es sordo y la necesidad muda. Nadie escucha. Nadie pide. Todos fingen y bailan la canción que conocen.

En las calles de esta ciudad nadie sabrá más. Pero tampoco querrá. Donará sus secretos al aire, creando una polución de llanto común. Y ese será el manto que nos cubra. Y el estruendo silenciado de lo que desterramos de nuestro ser, la nana que nos arrope y adormezca.

En las grandes ciudades respiramos el veneno que otro no quiere. Lo dejamos ir y otro lo absorbe sin intención pero sin resistirse. Y el veneno crea veneno y mana sin cesar. En mi ciudad todos caminamos con el corazón perdido en el pecho. Aun así, nadie lo echa de menos. Tan hundido ya que no se le oye. Mudo se torna también.

En la gran ciudad en la que vivo la alegría es teatro en un gran escenario y la tristeza un monólogo íntimo y solitario. Nadie quiere asistir al espectáculo de la pena. Todos lo interpretan en privado. En la gran ciudad de la que hablo siempre hay una puerta de atrás. Siempre hay escapatoria.

Atrévete a volver a tu ciudad, la que habita dentro de ti, aquella en la que solo estás tú. Atrévete, si tienes cojones. Y grita hasta que el eco de tu voz haga sangrar tus oídos. Y llora viendo que nadie contesta. Y pártete en dos de dolor. Y no busques ayuda porque solo estás tú. Atrévete a volver y vive contigo. Atrévete, si eres capaz.